a. La historia global del sistema-mundo capitalista
Constituye la obra más ambiciosa de Wallerstein pues busca la reinterpretación de la historia desde el siglo XVI, siglo en que nace el sistema-mundo capitalista, hasta el siglo XX, desde la perspectiva del sistema-mundo moderno. Dentro de los tres volúmenes publicados sobre el Moderno Sistema Mundial
[1] se explica el ascenso y descenso de diferentes países a la hegemonía central de la economía-mundo capitalista; así como las interacciones comerciales, políticas, culturales (que además van formando extensas redes) de los países vecinos con éstos, lo que determina sus posiciones de centro, semiperiferia y periferia. Como fueron los casos de Holanda en el siglo XVII e Inglaterra en el siglo XIX. La economía-mundo moderna es la forma que adopta el “sistema-mundo” moderno y se dice que es capitalista debido a que su lógica interna tiene como objetivo último la acumulación incesante de capital. Es importante mencionar, que esta economía-mundo capitalista ha sido la única que ha logrado sobrevivir y desarrollarse como sistema dominante por más de 500 años. Wallerstein señala la existencia de imperios-mundo, los que a diferencia de las economías-mundo, se caracterizan por desarrollar pesadas estructuras burocráticas y cuya lógica es la obtención de tributos o impuestos de productores y ciudadanos. Éste tipo de sistema histórico no ha logrado sobrevivir. La acumulación incesante de capital se logra a través de los monopolios y el intercambio desigual entre el centro y la periferia. Una economía-mundo capitalista divide a la producción en productos centrales y productos periféricos. Los procesos de producción centrales son controlados por cuasi monopolios, mientras que los procesos periféricos son los verdaderamente competitivos. Cuando ocurre el intercambio, los productos competitivos están en una posición más débil y los cuasi monopólicos en una posición más fuerte. En consecuencia, hay un flujo constante de plusvalía de los productores de productos periféricos hacia los productores de productos centrales (Wallerstein, I., 2005: 46). En los cinco siglos de existencia de la economía-mundo capitalista, se han creado instituciones básicas cuya combinación da cuenta de sus procesos, los cuales están interrelacionados entre sí. Las instituciones básicas se encuentran constituidas por los mercados, las compañías que compiten en los mercados, los múltiples estados, las unidades domésticas, las clases y los grupos de estatus (Ibíd.: 41). Se puede hablar del mercado en dos sentidos, uno como estructura local concreta donde los individuos y compañías compran y venden; y dos, como un espacio virtual que atrae a todos los compradores y vendedores. Además el mercado influye en procesos de decisión y no funciona libremente sino parcialmente, si fuese en realidad libre, no sería posible la concentración de capital. Las compañías constituyen el centro de la rivalidad intercapitalista al tener que competir contra otras compañías en el mercado virtual, además de estar en conflicto con las compañías proveedoras de materias primas y las que venden sus productos. Solo las empresas más fuertes y ágiles sobreviven, las demás se ven obligadas a la bancarrota o a la absorción por alguna otra compañía. La función de los estados se relaciona con los procesos productivos. Al interior de los estados fuertes ocurren amplios procesos centrales y por lo tanto, su función se relaciona con la protección de los cuasi monopolios. Los estados débiles poseen desproporcionados procesos de producción periféricos y poco pueden hacer para afectar la división axial del trabajo. Mientras que los estados semiperiféricos tienen una mezcla de procesos de producción y se hallan bajo la presión de los estados fuertes a la vez que presionando a los débiles, haciendo todo lo posible para alejarse de la periferia y acceder al centro. Las unidades domésticas se constituyen de tres a diez personas que en un tiempo juntan sus recursos e ingresos a fin de sobrevivir de modo colectivo. Dichas unidades domésticas se ubican dentro de las clases existentes en el sistema capitalista, mismas que se crean debido a las distintas jerarquías de ingreso en el sistema económico. Los grupos de estatus están integrados por individuos de diferentes naciones, razas, grupos étnicos, religiones, géneros y categorías de preferencias sexuales. De esta manera se entiende al sistema-mundo como una zona espaciotemporal que atraviesa múltiples unidades políticas y culturales, que representa una zona integrada de actividad e instituciones que obedecen a ciertas reglas sistémicas (Ibíd.: 32). Como lo son los tiempos de larga duración o de tiempo medio como los ciclos Kondratiev. En un principio, el sistema-mundo moderno se localizó en partes de Europa y América para encontrarse ahora expandido por todo el mundo. Éste sistema-mundo constituye la unidad de análisis de los estudiosos de este enfoque en vez de los Estados-nación.
b. La historia del largo siglo XX
La historia del largo siglo XX va de analizar un periodo de tiempo que va desde 1870 a la actualidad, periodo marcado por la construcción, definición y decadencia de la hegemonía de Estados Unidos como centro de la economía-mundo. Es importante señalar que los siglos cronológicos no necesariamente deben coincidir con los siglos históricos como ciclos. Este largo siglo XX se encuentra dividido en dos partes. El primer siglo XX, que va del año 1870 hasta 1968. Que se caracterizó por la lucha entre Estados Unidos y Alemania por ocupar la hegemonía y sustituir a Inglaterra en la función de centro del sistema-mundo capitalista, después del fin de la guerra civil norteamericana y la derrota de Francia en la guerra franco prusiana. Periodo que incluye las guerras mundiales y el triunfo de Estados Unidos en 1945. Año a partir del cual es posible percibir un periodo de hegemonía estadounidense, que abarca en gran parte la llamada guerra fría, y donde Estados Unidos definirá la geopolítica mundial según sus intereses. Y el segundo siglo XX que parte de 1973, pasando por la actualidad y que se escribirá todavía unos años más. Período que explica la debacle del poder económico de Estados Unidos, a partir de la Revolución cultural de 1968 y la crisis energética mundial de 1973, debacle que continúa hasta nuestros días. La revolución cultural de 1968 realmente sacudió las estructuras del sistema-mundo, pues se cuestionó seriamente la política de Estados Unidos así como a los movimientos antisistémicos de la época que habían llegado al poder y que no habían logrado “cambiar al mundo”. Wallerstein explica que precipitó el desmoronamiento de la credibilidad del liberalismo, el aglutinante ideológico de la economía-mundo capitalista desde 1789 hasta 1989 (Wallerstein, I., 1999: 95 y109). Pero también de las ideologías conservadora y socialista. Por su parte la crisis energética y económica de 1973, sumió aún más a los países subdesarrollados en la pobreza y obligó a los Estados Unidos e Inglaterra a tomar nuevas medidas, relacionadas con la apertura de las fronteras para el libre intercambio comercial de mercancías, capital y mano de obra. Dichas medidas constituyeron en modelo económico neoliberal.
Los capitalistas buscan incrementar de cualquier forma sus ganancias, pero ello ha llevado que algunas tendencias estructurales alcancen sus asíntotas, como lo son los costos de producción (Wallerstein, I., 2005). Estos costos no pueden reducirse y al contrario, se incrementan, de manera que dejarán márgenes de ganancia menores. Los costos de producción se integran por la renta de los empleados, los insumos del proceso de producción y los impuestos. Las organizaciones sindicales han logrado que los empleados salgan bien librados de los bajos salarios que el empleador busca, lo que provoca el fenómeno de “la fábrica desplazada”. Los empleadores prefieren colocar sus empresas en países que están ávidos de inversión, generalmente en zonas periféricas, ello implica una reducción en sus costos de producción, pues los trabajadores locales y rurales están dispuestos a trabajar aunque sea por los bajos salarios. Sin embargo, conforme pasa el tiempo los trabajadores van tomando conciencia de su posición y hasta se organizan en sindicatos, esto aunado al incremento en otros costos de producción provoca la salida nuevamente del productor hacia otro lugar que le reditúe mejores ganancias. En este punto es importante señalar que generalmente el desplazamiento de las empresas se lleva a cabo siguiendo los ciclos Kondratiev, que constituyen periodos cortos de tiempo, caracterizados por fases de expansión y estancamiento. Por los insumos, el productor debe pagar lo que valen en el mercado, sin embargo maximizan ganancias, al arrojar desechos al medio ambiente, lo que ha generado la movilización de ambientalistas y la sociedad. La renovación de las materias primas ha ocasionado el agotamiento de los recursos naturales, lo que ha incrementado sus costos y la pérdida de ganancia para el productor, a la vez que los costos de infraestructura como rutas, servicios de transporte, seguridad, energía eléctrica son más elevados. Ante este panorama, las empresas se encuentran bajo una presión de internalización de costos de producción. Los impuestos son recaudados por el estado para ofrecer algunos servicios básicos a la sociedad como la salud, educación y seguridad, mientras que para solventar sus propios gastos de infraestructura y burocracia. Estos servicios le cuestan al estado cada vez más, por lo que, incrementan los impuestos a las empresas (Ibíd.: 108-113). De esta manera el poder cuasiabsoluto en las hegemonías se autodestruye, para convertirse en poder hegemónico es vitalmente importante concentrar la eficiencia productiva, que es el sustento del papel hegemónico. Para mantener la hegemonía el estado debe invertir en funciones políticas y militares que resultan caras a la vez que otros estados se vuelven más competitivos. Para solventar la hegemonía, el estado central socavado recurre a utilizar su fuerza militar, lo que constituye un indicio de debilidad y declinación futura (Ibíd.: 85).
Para Wallerstein en los últimos treinta años el mundo se ha ido acercando cada vez más al límite de estos procesos geográficos y económicos de expansión del sistema-mundo capitalista, agotando sus posibilidades en general, y empezando a estrechar de forma acelerada su capacidad de supervivencia. Esta situación límite del sistema-mundo se explica a partir de la comprensión de que nuestro sistema histórico, como todos los sistemas históricos, está lleno de contradicciones, de procesos que nos obligan a elegir un rumbo para satisfacer nuestros intereses a corto plazo, y otro para satisfacer nuestros intereses a mediano plazo. Estas contradicciones que se encuentran integradas a las estructuras políticas y económicas de nuestro sistema y están llegando a su fin. Estamos en una crisis de transición que ya empezó y que terminará con la defunción del sistema actual y su reemplazo por algo distinto, pero sin la garantía de que será suficientemente mejor. No hay garantía, pero sí una posibilidad significativa. Es decir, estamos ante una elección colectiva histórica, del tipo que rara vez se presenta y que no le toca a cada generación de la humanidad (Wallerstein, I., 1998: 84).
[1] Cf. El Moderno sistema mundial. Vol. I. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI, Siglo XXI editores, México, 1999. El Moderno sistema mundial. Vol. II. El Mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea 1600-1750, Siglo XXI editores, México, 1998. El moderno sistema mundial, Vol. III. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista 1730-1850, Siglo XXI editores, México, 1998. El volumen IV se encuentra en proceso de creación y se habla de la posibilidad de un V y VI volúmenes.
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